En la era de los filtros de Instagram y las sonrisas de Hollywood, nos bombardean constantemente con imágenes de famosos luciendo dentaduras de un blanco inmaculado, casi artificial y es natural que, cuando nos miramos al espejo, sintamos que nuestra sonrisa se ha apagado o amarilleado.
El blanqueamiento dental es, sin duda, el tratamiento estético más demandado en las clínicas. Y tiene todo el sentido: una sonrisa luminosa se asocia instintivamente con juventud, higiene y salud. Sin embargo, también es el tratamiento que genera más frustración si no se explican bien las reglas del juego antes de empezar.
Muchos pacientes llegan a la consulta pidiendo un “blanco folio” o un “blanco inodoro”. Aquí es donde debemos empezar con la verdad incómoda: el diente humano natural no es blanco puro.
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El color de tus dientes viene determinado por la dentina (la capa interna), que es amarillenta, vista a través del esmalte (la capa externa), que es translúcida. Con el paso del tiempo, el esmalte se desgasta y deja ver más ese fondo amarillo. Lo que hace un blanqueamiento profesional no es “pintar” el diente de blanco, sino limpiar profundamente el esmalte para que recupere su luminosidad original.
En este artículo vamos a explicarte qué puedes esperar realmente de este tratamiento, por qué esos “trucos caseros” de TikTok pueden destrozar tu esmalte para siempre y la diferencia crucial entre tener unos dientes blancos y llevar unas carillas.
"Quiero el color de los dientes de [Famoso de TV]. Quiero que sean totalmente blancos opacos, como una hoja de papel."
"Recuperaremos el máximo potencial de luz de tu esmalte. Quedarán más claros y brillantes, pero manteniendo la naturalidad y transparencia de tu diente."
¿Cómo funciona realmente el blanqueamiento dental? (La química sencilla)
Para entender cómo actúa el blanqueamiento, primero debemos desterrar la idea de que estamos “pintando” el diente. No aplicamos una capa blanca encima, sino que limpiamos la oscuridad de dentro.
Imagina que tienes una camisa de lino blanco que, con el tiempo y los lavados, se ha vuelto amarillenta o grisácea. Si frotas la tela con un cepillo duro (abrasión), solo estropearás las fibras. Lo que necesitas es un producto que penetre en el tejido y “rompa” las moléculas de suciedad.
En odontología ocurre exactamente lo mismo. El esmalte de tus dientes no es impermeable; es poroso, como una esponja microscópica. A través de esos poros entran los pigmentos del café, el vino o el tabaco y se instalan en la capa interna (dentina).
El tratamiento profesional utiliza un gel de peróxido (de hidrógeno o de carbamida). Este gel no raspa ni lija el esmalte. Al aplicarlo, penetra suavemente por los poros y libera oxígeno.
Aquí ocurre la magia: las moléculas de oxígeno buscan a las moléculas de pigmento oscuro que han teñido tu diente y rompen sus enlaces químicos. Al “romper” esas manchas internas, el diente vuelve a dejar pasar la luz y recupera su luminosidad natural. Por tanto, el blanqueamiento no altera la estructura de tu diente, solo cambia la forma en que refleja la luz.
Lo que hacen muchas pastas "blanqueadoras" y el carbón activado. Raspan la superficie para quitar manchas externas, pero desgastan el esmalte a largo plazo.
Lo que hace el gel profesional. Entra en el poro y disuelve la mancha interna sin tocar la superficie del esmalte. No desgasta el diente.
Tipos de blanqueamiento: ¿Lámpara, férulas o combinado?
Cuando decides blanquearte, te encuentras con un menú de opciones que puede confundir. ¿Es mejor hacerlo en una sesión rápida en la clínica o poco a poco en casa? La respuesta corta es: lo ideal es unir ambas fuerzas.
Veamos las diferencias para que entiendas qué estás comprando:
- Blanqueamiento en clínica (Fotoactivación / Lámpara) Es el tratamiento de “choque”. Se utiliza un gel de alta concentración que se activa con una luz LED fría.
- Lo bueno: El resultado es inmediato. En 45 minutos ves el cambio.
- La letra pequeña: Parte de ese “blanco inmediato” se debe a que el diente se deshidrata durante la sesión. Cuando el diente se rehidrata un par de días después, el color baja un poco (efecto rebote). Además, suele dar más sensibilidad aguda ese mismo día.
- Blanqueamiento en casa (Férulas a medida) No confundir con kits de farmacia. El dentista fabrica unos moldes transparentes exactos de tu boca y te da jeringas de gel profesional (de menor concentración) para que te lo pongas al dormir o unas horas al día durante 2-3 semanas.
- Lo bueno: Es el blanqueamiento real y profundo. Al ser más lento, el color se fija mejor en la estructura del diente y es mucho más estable a largo plazo.
- La letra pequeña: Requiere disciplina y paciencia por tu parte.
- La opción ganadora: El blanqueamiento combinado Es el protocolo que recomendamos los especialistas. Consiste en empezar con una sesión de lámpara en clínica para dar el impulso inicial y abrir el poro, y continuar en casa con las férulas durante 15 días.
- ¿Por qué es el mejor? Obtienes la satisfacción inmediata del cambio de color, pero aseguras la estabilidad y duración con el tratamiento en casa. Es la única forma de conseguir el máximo potencial de blanco de tu esmalte.
❌ Menor duración del color
✅ Color estable y duradero
❌ Requiere mucha paciencia
El lado oscuro: Carbón activado, limón y bicarbonato
Internet está lleno de “remedios naturales” que prometen blanquear tus dientes por poco dinero. Carbón activado, bicarbonato puro con limón, cáscaras de plátano… Suenan inofensivos porque son “naturales”, pero la realidad es que son los enemigos número uno de tu esmalte.
Para que lo entiendas visualmente: el blanqueamiento profesional es química; los remedios caseros son lija.
El carbón activado o el bicarbonato en polvo son partículas abrasivas. Al frotarlas contra tus dientes, efectivamente quitan las manchas superficiales, pero lo hacen rayando el esmalte. Imagina que limpias el cristal de tus gafas con un estropajo de aluminio: quitarás la suciedad, sí, pero dejarás el cristal lleno de micro-arañazos irreversibles.
Con el limón es peor aún: es un ácido potente que descalcifica y erosiona el esmalte (erosión química).
La triste ironía: Si abusas de estos métodos, desgastarás tanto el esmalte (que es blanco) que este se volverá transparente y dejará ver la dentina (que es amarilla). Es decir, por intentar blanquearlos en casa, acabarás con los dientes más amarillos y sensibles para siempre.
Los cuidados post-tratamiento (La “dieta blanca”)
Acabas de invertir en mejorar tu sonrisa y tus dientes brillan más que nunca. Ahora empieza tu parte del trabajo: proteger el resultado.
Recuerda lo que hemos explicado de las “ventanas abiertas”. Durante las 48-72 horas posteriores al tratamiento, tus dientes son extremadamente permeables. Están sedientos y absorberán cualquier pigmento que les des. Si te tomas un café solo nada más salir de la clínica, es muy probable que pierdas gran parte del efecto conseguido.
A esto lo llamamos la Dieta Blanca. Durante los primeros dos o tres días, debes evitar a toda costa alimentos con colorantes fuertes (naturales o artificiales) y ácidos.
El blanqueamiento no es un tatuaje permanente; es un mantenimiento. Con el tiempo, tus dientes volverán a oscurecerse naturalmente por la edad y la dieta, pero si sigues estos consejos y realizas un pequeño recordatorio anual (usando las férulas en casa un par de noches), podrás mantener esa luminosidad durante años.
¿Duele? Hablemos de la sensibilidad dental.
Seremos directos: sí, el blanqueamiento puede producir sensibilidad. Si alguien te promete que es “100% indoloro” en todos los casos, no te está diciendo toda la verdad. Pero hay una gran diferencia entre “daño” y “sensibilidad transitoria”.
Para que el blanqueamiento funcione, necesitamos que el gel penetre hasta la dentina. Para ello, los microporos del esmalte (llamados túbulos dentinarios) deben abrirse y limpiarse.
Imagina que tu diente es una casa con las ventanas cerradas. Normalmente, el frío o el calor de fuera no entran. Durante el blanqueamiento, abrimos todas las ventanas de golpe para limpiar a fondo. ¿Qué ocurre? Que si entra una corriente de aire (una bebida fría), lo sientes directamente en el nervio.
Esta sensación, conocida como “calambrazo” o hipersensibilidad, es completamente reversible. Una vez termina el tratamiento y el diente se rehidrata, esas “ventanas” se vuelven a cerrar de forma natural. La molestia suele durar entre 24 y 48 horas. Si la sufres, no te asustes: significa que el producto está penetrando, pero tu dentista puede darte geles desensibilizantes para calmar al nervio mientras tanto.
Prohibido (48h)
Café, té, vino tinto, salsa de soja, curry, frutos rojos, remolacha, tabaco y bebidas de cola.
Con Precaución
Salsas de tomate frito, chocolate negro, zumos ácidos (naranja/limón) o bebidas muy frías.
Recomendado
Pollo, pavo, pescado blanco, arroz, pasta (sin salsa roja), lácteos blancos, coliflor y agua.
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